Adolphe Yvon, discípulo de Paul Delaroche, durante el 2º Imperio, desempeñó un cierto papel con un estilo convencional, típico de los pintores de batallas de su época y muy apreciado por Luis Napoleón III. Pintó numerosas escenas de género, militares, religiosas y por supuesto, retratos. Tras el nacimiento de la fotografía y su paulatina evolución con respecto a las cámaras fotográficas, para la realización de éstos últimos, se sirvió de ello. Algo criticado por los pintores y fotógrafos del momento, que le acarreó más de un disgusto y polémica en detrimento de su éxito artístico. El soberbio retrato de esta Dama, en tres cuartos y en escorzo, fue firmado en 1891, dos años antes de su fallecimiento, en París. En él apreciamos un estudio psicológico ya que debido a su porte y gesto intuimos el carácter de ella. Por otra parte, cabe destacar un estudio en cuanto a las calidades de telas y por tanto, tejidos: vestido de terciopelo, guante de ante, estola de piel. Todo el conjunto, incluidas las joyas que adornan su rostro contribuyen a realzar la elegancia de esta dama, pero también es indicativo de su posición social, perteneciente a una familia acomodada. Debemos tener en cuenta que a París llegaban personalidades importantes de otros lugares, concretamente de América que deseaban entrar en contacto con el ambiente parisino. A través de las veladas y conciertos a los que asistian, conocían a los artistas. Adolphe Yvon recibió muchos encargos en ese sentido.